viernes, 21 de marzo de 2008

UN CUENTO DE PIRATAS


Durante muchos años de abordajes y saqueos, unos piratas habían acumulado en su barco un enorme tesoro, pero como se conocían unos a otros y ninguno se fiaba de sus compañeros de correrías, habían guardado todas esas riquezas dentro de enormes cofres de hierro envueltos en fuertes cadenas y cerrados con cinco candados cada uno. De esa manera, ninguno se podía llevar un cofre ni pensar en abrirlo siquiera sin que el resto lo advirtiera.Pero cuando se dirigían a saquear unos pueblos de la costa empezaron a pelearse sobre el reparto del botín y unos a otros se mataron. El último de ellos, moribundo, vio cómo el barco encallaba entre rocas azotado por la olas y cómo algunos vecinos del pueblo más cercano llegaban al barco. Las olas iban rompiendo el casco y el pirata sabía que tarde o temprano el barco se hundiría, así que animaba a los hombres del pueblo a que lo rescataran a él y sus tesoros porque él sabía dónde estaban las llaves de los candados.Los vecinos, al saber las riquezas que se almacenaban en las bodegas fueron al pueblo a pedir ayuda, pero los más malvados entre ellos cogieron hachas y mazas y el bote más rápido para llegar los primeros y amenazaron a los demás con matarlos si se atrevían a coger nada antes que ellos. Asustados, los demás vecinos dejaron marchar a los malvados, que nada más llegar junto al barco comenzaron a pelear por quién subiría primero. El más fuerte y agresivo saltó desde el bote y subiendo por la escala dijo que el cofre mayor le pertenecería y que mataría a cualquiera que intentara quitárselo. Detrás de él subieron otros dos, que se negaron a que se saliera con la suya, pelearon y mataron al primero, pero envalentonados con su victoria quisieron ser ellos los que se apropiaran de los cofres mayores. Tras ellos subieron otros cuatro que mataron a los dos anteriores, y luego los demás se unieron a la pelea y torturaban al pirata moribundo para que les confesase dónde se escondían las llaves.Los vecinos desde el pueblo veían cómo peleaban y tiraban los cadáveres al agua así que los más egoístas creyeron que, una vez muertos los malvados, ellos podrían quedarse con los cofres mayores. Cogieron herramientas y el bote más rápido de los que quedaban y se adelantaron hacia el barco. Los demás vecinos fueron detrás en una barcaza más lenta. Para cuando llegaron los egoístas, los malvados ya habían muerto unos a manos de otros y los egoístas fueron cada uno a por un cofre y empezaron a tratar de romper las cadenas y los candados porque el pirata había muerto también sin revelar el escondrijo de las llaves.Pero las olas estaban moviendo el barco y amenazaba con romperse en cualquier momento. Por eso cada vecino egoísta se negaba a ayudar a los demás y pretendía romper su cofre y llevarse lo más que pudiera del botín.Mientras tanto, llegaron los demás vecinos y vieron que los cofres eran demasiado grandes y pesados incluso para arrastrarlos entre diez personas y que eran demasiado fuertes para romperlos, sobre todo porque el barco se movía bajo el empuje de las olas y podía hundirse de pronto. Entonces fueron a por el cofre más pequeño y entre todos lo bajaron a la barcaza. Suponían que las riquezas del cofre eran suficientes para hacerse ricos todos pero fueron a por el siquiente más grande y también consiguieron transportarlo a la barcaza. El tercero era ya demasiado grande y pidieron a los egoístas su ayuda. Estos seguían tratando de romper cada uno su cofre y unos habían roto ya un candado o algún eslabón de las cadenas. Como creían que podían conseguirlo, se negaron a ayudar al resto de vecinos, cegados por la idea de llevarse las riquezas de cada cofre para uno solo.Los vecinos en la barcaza vieron que ya podrían tener suficiente riqueza para vivir holgadamente el resto de sus vidas y que no merecía la pena empeñarse en mover otro cofre sin más ayuda, arriesgándose a morir si el barco se partía. De manera que volvieron al pueblo.Los egoístas seguían rompiendo candados y eslabones cuando una gran ola partió el barco, que, arrastrado por el peso de los cofres, se hundió rápidamente llevándose consigo al fondo a la mayoría de los egoístas. Sólo unos pocos que estaban cerca de las escaleras pudieron salir a tiempo a la cubierta y lanzarse al agua de manera que alcanzaron a llegar nadando al pueblo. Una vez allí, se quejaron a los demás vecinos de que ellos no tendrían nada en el reparto, pero estos veían que las riquezas eran más que suficientes y que preferían repartirlas a tener que estar escuchando las constantes quejas de los egoístas, y eso a pesar de que éstos se habían negado a ayudar a sacar un tercer cofre.Pero quizá la mayor de las riquezas que todos obtuvieron fue el darse cuenta de que ni las peleas ni el egoísmo los habían hecho ricos y que sólo la colaboración y la prudencia habían permitido sacar una parte del botín que habría bastado incluso para que todos, hasta los malvados y los egoístas muertos, viviesen en la opulencia el resto de sus días.

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